"Siempre es un alivio que mis personajes puedan darse el lujo de enloquecer por mí"
(Javier Miranda-Luque)
(VAN GOGH INTERVENIDO ES UNA IMAGEN DE KNIGHT POTTER)
"Debemos reconsiderarlo todo. El tedio opera prodigios" (Cioran)
Esta cibernovela se encuentra participando en 2008 CULTURAS, peculiar net-convocatoria plurimediática, auspiciada por el Ministerio de Cultura de España. Se trata de una vasta exposición virtual a la que se puede acceder pulsando AQUÍ. ©MALDITA WEB es la pieza número 741.

jueves, 25 de octubre de 2007

CAPÍTULO 11

Henry y Diana

De: henrysudaca@webforum.com
Para: ladydianatica@mailtown.com
Asunto: escucha mi ruego arrepentido y desesperado

Diana:
Lady mía, no existe excusa ni explicación posible para justificar mi conducta, producto del más desafortunado de mis días, agravado por la aguda intoxicación etílica en la que penosamente me encontraba.

Me hinco de rodillas ante ti, ocultando mi rostro en tu regazo, y solicito humildemente que me aceptes de nuevo a tu lado.

Te busco en la web y no te conectas. Paso horas ante mi monitor encendido, desesperado por una señal tuya que no llega, emocionándome ante el menor parpadeo de la pantalla.

Me haces falta. Te extraño. No te pido perdón porque me suena a burla barata. Dame, apenas, otra oportunidad de redimirme a tus ojos. Oportunidad que no derrocharé en arranques ebrios. Ahora, aleccionado, sólo tomo café y mucho agua que me purifique.

Necesito saber de ti. Ante tu muralla de silencio que no soporto, prefiero que me insultes, me degrades y me grites lo que me merezco. Créeme que yo sabré aceptar, asumir y soportar mi castigo virilmente. Castigo siempre insuficiente, lo sé, dada la magnitud de mi vil agravio. Pero, ¿qué mayor sufrimiento que tu silencio, tu ausencia, tu recogimiento, tu desaparición, tu omisión, tu condena a muerte para una relación bonita que avanzaba dichosa hacia el momento en que, al fin, nos conoceríamos personalmente, allá en tu Costa Rica.

Por cierto, soñé contigo en una playa tica que se parecía en demasía al litoral venezolano, pero me imagino que, a tu lado, cualquier escenario pierde importancia, ya que lo esencial es estar contigo, disfrutando de tu presencia.

Respóndeme, si quieres, una página en blanco. Permíteme percibirte a través del messenger bendito que nos acercó tanto. Contáctame tan sólo una vez más. Y entonces, por favor, dime que me aceptas. Señálame las consecuencias de mi error. Concédeme el privilegio de sanar las heridas que inconscientemente te inflingí , de borrar con mi amor tu desilusión. Me consta lo sensible y maravillosa que eres. Apelo a tu generosidad y a ese gran corazón que se te desborda del pecho. En el breve tiempo en que nos comunicamos, tú me has hecho mejor persona, aunque niegue esta verdad con mis acciones.

Diana: tú formas parte de la realeza. Eres esa clase de ser humano noble y especial que atrae y toca a gente como yo y, después de conocerte, nos olvidamos de volver a respirar sin ti.

Y, como hombre gallardo que soy, también tengo que ser valiente para decirte que sabré entender tu silencio, tu lejanía y tu decisión de volver conmigo o no hacerlo definitivamente.

Aunque me muera de desamor, de desesperanza, de silencio y tristeza, aullando como un lobo enloquecido por la luna llena que se asoma impúdica por la ventana de mi dormitorio, abofeteándome la cara con su sabiduría sideral para recordarme mis faltas, mi fracaso, mi eterna condena.

Dianita, en el peor de los casos, regálame como sentencia de muerte una sola palabra, un monosílabo: un “sí” que me devolvería la alegría de estar vivo o un tremendo “no” que me aniquilaría para siempre, hundiéndome en el precipicio de la desesperación, enterrándome en el pantano asqueroso de los muertos vivientes.

Igual te amo, ahora, en silencio, contemplando tu foto. Por lo menos eso, tu preciosa imagen, ya es mía y nunca, nadie, podrá arrancármela. Y así envejeceré segundo a segundo, de ahora en adelante, triste, solitario y final, viéndote brillar, estrella única de mi firmamento.

La belleza de tu rostro es lo primero que admiro cada mañana, justo al abrir mis ojos, y eres, también, lo último que veo al acostarme, rendido de cansancio, para seguir, luego, soñándote y amándote, besándote, acariciándote, llenándome de tu fragancia divina.

Excusa si me repito, pero me ahogan mis sollozos mientras escribo. Si esto fuera un papel y no una pantalla, verías las manchas de mi llanto salpicando la tinta que se corre solidaria. Y la tinta sería, Diana, mi propia sangre...

Escucharía entonces un bolero de esos que a ti y a mi nos gustan tanto, pues somos unos románticos incurables, y me abriría las venas en canal, con un puñal afilado, para escribirte mi testamento de amor hacia ti, con mi sangre que se derrama.

Sangre que, encantado, yo ofrendo en tu honor, Diana. En honor a tu amor perdido. En honor a tu belleza. En honor a tus altos sentimientos de generosidad y comprensión a la miseria humana, de perdón magnánimo a mi locura pasajera.

Diana, te juro sobre el alma de mi madre que fue como si un maldito demonio hubiese doblegado mi voluntad, haciéndome beber sin control en esa maldita reunión de trabajo, obligándome a expresar exactamente lo contrario de lo que yo siempre he sentido por ti.

Recuerdo avergonzado, con horror, haberte escrito mentiras y terribles barbaridades. ¡Por dios! Te dije que yo no te amaba ni me interesabas, que tú no tenías ni idea de quién era yo, que la foto mía que te había enviado era falsa, que yo ni siquiera me llamaba Henry, que esa persona de la que tú te habías enamorado no existía. ¡Qué ignominia!

Diana, aquí estoy. Yo existo y, al igual que tú, soy de carne y hueso. Mi corazón palpita, mis pulmones requieren oxígeno. Si me cortan sangro. Si me hacen daño, me duele. Siento emoción y furia, alegría y desesperanza, ilusión, pasiones, entusiasmo y celos. Me enamoro de ti y, sin tus palabras, me siento solo, inútil, miserable, desplazado, inservible, prescindible, acabado, desahuciado, muerto.

En este momento te escribe un hombre moribundo.

Apiádate de mí y arrójame, mendigo de tu amor, tan sólo una palabra, un insulto merecido, una patada que acogeré en mi cuerpo, un gesto de repugnancia y desprecio.

Aunque sea, dame esperanzas para después quitármelas. Ilusióname y déjame caer. Písame el rostro por los siglos de los siglos. Aplástame entre tus manos como a un insecto.

No puedo más, Diana. Sin ti, yo no puedo. Sin ti, yo no. Sin ti.

Henry.

1 comentario:

Anónimo dijo...

creeo que es una de las formas mas romanticas de pedir pordon. me encanto. friney

©MALDITA WEB

Internet se ha convertido en la vanguardia más salvaje de interacción humana. Y es que el ciberespacio genera una nueva forma de estar juntos, burlando todas las fronteras de sexo, edad, profesión y ubicación geográfica. ¿Ficción, autoengaño, juego de roles, suplantación de personalidad? En su propia modalidad, la red entreteje su maraña en torno a la soledad y pasiones del individuo seducido por una tecnología que se instaló entre nosotros para quedarse. Con su cuerpo de múltiples opciones, personalizadas según las preferencias de cada usuario, ©MALDITA WEB prodiga placer digital, orgiástico, anónimo e instantáneo. “¿Dios existe en red?”, se pregunta uno de los personajes de esta cibernovela que se asoma con impudicia a los e-mails y salones de chateo, desnudando a los internautas. No en vano, la web es el escenario donde se viene escribiendo este jardín de las delicias obscenamente contemporáneo.